sábado, 14 de junio de 2014

Parecido a la esfera de Copérnico

No miré cuál sería aquel canal que empezaba a interesarme -en la pantalla no aparecía su anagrama- pero por nada del mundo me habría perdido un solo instante del documental que estaba viendo para intentar averiguarlo. Sin embargo, ¿qué canal sería aquél que se arriesgaba con un reportaje científico tan avanzado, en fondo y forma, como el que había encontrado sin proponérmelo? Sería interesante saberlo para acudir a él en futuras ocasiones.
 Mi visión y mi mente estaban entregadas a la plancha circular que giraba con lentitud, en posición casi horizontal, en la parte inferior de la imagen que proyectaba la pantalla. Tal superficie circular, iluminada desde arriba por un resplandor anaranjado, dejaba ver una superficie que me recordaba vagamente a la famosa esfera de Copérnico que he visto en algunas fotos.
 No había nada más: bajo la luz, sólo el plano circular que simbolizaría –adiviné- no ya la Tierra sino el Universo. Bien habrían podido los creadores del programa simularlo con más lujo de detalle y colorido, y hacerlo girar con algo más de rapidez, acompañando las imágenes de explicaciones habladas. Pero no: eso habría sido lo fácil, eso le habría quitado su carácter verdaderamente formativo e innovador. Era necesario -comprendí enseguida- que la plancha circular girara y girara en silencio en medio del gran vacío y con la lentitud necesaria para que los televidentes contrastaran la apabullante lentitud del Cosmos con el precipitado calendario que mide nuestra fugacidad; era necesario asimismo que se prescindiera de explicaciones para aproximar a nuestra intuición el magnífico silencio donde se hallan rotando, no insignificantes planetas, sino sistemas enteros con sus soles, y las galaxias a las que estos pertenecen también en rotación sin fin en torno al Universo hasta ahora concebido.
 Me hallaba, verdaderamente, ante un modo de divulgación revolucionaria, no basada en la obvia transmisión informativa sino en la inmersión del espectador en esa realidad lejana a nuestras coordenadas habituales y formada por entidades cuánticas, agujeros negros y demás extravagancias. Sólo una cosa no llegaba a entender, algo que no encajaba en la enseñanza intuitiva del documental. ¿Por qué se acompañaban los lentos giros de la plancha circular con un zumbido constante donde debía reinar un escalofriante silencio? Aquello, a mi modo de ver, no casaba en nada con la audacia pedagógica a que parecía responder la idea de aquello, pero alguna explicación tendría si yo lo meditaba… Y en ello estaba cuando de repente se encendió la luz de la estancia y vi acercarse a mi mujer, que clavaba en mí su mirada perpleja con verdadero interés científico. “¿Pero qué haces a oscuras en la cocina -me preguntó- y mirando tanto el microondas?”