miércoles, 18 de mayo de 2016

ASÍ HABLÓ SARA TRASTO, según Tina Suárez Rojas


La falta de noticias fiables sobre Sara Trasto hace imaginar lo peor al leer de improviso versos como los siguientes: "Aquí yace Sara Trasto/ que renegó del espejo, que robó liras en Delos, que truncó doce cronopios, que mató al Comendador", aunque tranquilice la casi total certeza de que se trata de unos versos más de la misma Sara, incluidos en los papeles que aporta Tina Suárez Rojas (su albacea, testaferra, biógrafa y, quién sabe, tal vez coautora o coculpable de sus poemas).

Se conoce que Sara Trasto llevaba tiempo recibiendo por todos lados y que aumentaban sus sañudos detractores, como aquel académico que llegó a decir: "Si todos son como ella, no den de comer a los poetas.". También se topaba con el elaborado regodeo de quien componía, por ejemplo, lo siguiente (aunque muy probablemente esté reelaborado por la misma Trasto, pues parece tener su sello):

"A una tal Sara Trasto, barda de burda cepa
ni quevedina ni gongoreta, con sídrome de benengeli
lirófora pretensiosa y poetonta de las dehesas
una de avitaminosis lírica
y luces matapoéticas."

Aunque nos consta igualmente que ella tampoco era manca a la hora de dirigirse a sus adversarios maldicientes, como se puede ver (y valga apenas como botón) en las lindezas siguientes:

"Aristócratas como tú
escuchan al Mendelssohn en los días de lluvia
se inventan una tristeza que haga juego con su sofá
emulan la languidez del más cretino de sus gatos persas."

O también:

"A poeta laureado
no le mires el diente.
Mírale más bien el vientre
de canapés inflamado."

Con aires del Siglo de Oro, menudean en las páginas de este libro (Así habló Sara Trasto, 2014.  Ed. Vitruvio) el talento denigratorio y las disputas injuriosas de aquel mundo letrado con descaro ajeno a estos tiempos políticamente correctos; también con un inagotable ingenio contorsionista que apura los conceptos con versiones fulminantes de los adagios populares, las citas literarias y el mismo léxico.

Tina Suárez Rojas es también autora de los libros Pronóstico Reservado, Huellas de Gorgona, Una mujer anda suelta, Que me corten la cabeza, El principio activo de la oblicuidad (premio Carmen Conde), Los ponientes, Las cosas no tienen mamá y Brevísima relación de la destrucción de June Evon. Para quienes aún no se hayan aproximado a algunos de sus textos, sirva la visita a la siguiente página web:


Pequeña selección de textos

POÉTICA DEL MARTES Y TRECE

En martes y trece se abren los circos de pulgas
se visitan los jardines helados
se pasea por las tierras impías de Magdala.

En martes y trece se bautizan los ogros.

Sólo en martes y trece se asoman al cielo las vacas del sol.

En martes y trece compra sus almas remendadas el diablo
instrumentan su cúbica armonía los geómetras
traman sus milenarias conspiraciones las flores
admiten las ballenas sus polizones
publicitan su cara oculta los espejos
incendian corazones las onanistas zurdas
y escriben los homicidas sus cartas de amor.

Al martes y trece pertenecen la fata morgana y el rayo verde.

El martes y trece nació el bueno de Huckleberry Finn.

Si dices te quiero en martes y trece sacudes el polvo de las leyes cósmicas.

Fue en martes y trece que se originó el Big Bang.

El martes y trece es para celebrar a Jantipa que no a Sócrates
para estudiar patafísica que no gramática
para gritarle al mundo "Je suis Napoleon!"

El martes es un milagro de la naturaleza y el trece el más fiel animal de compañía.

Un almanaque sin martes y trece es una estafa, es un fraude ilegítimo.

Colgar un almanaque sin martes y trece resulta indiscutiblemente una vulgaridad.
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POETAS EN ABRIL

Mermelada de vos en boca fresca.

Abril abre sus alas de calandria
adorna su perfil en las sombrillas
airea sobre el puente sus engaguas
enreda a los amantes en el brezo
relame de sosiego las estancias
dedica a los poetas madrigales
arroba las heridas del espanto.

En las noches de retórica estrellada,
cómplice delicuescente de sus púberes jadeos
las muchachas centellean con abril entre las piernas.

Sátiros embelesados en parques municipales,
tierno abril de caramillos, vicio de peripatéticos.

¿Qué racimo de latidos desdeñará su querencia?
La crueldad de su dulzura brinda un verso al viejo Eliot.

Mermelada de vos en boca fresca.
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PRINCIPIO Y FIN DE SARA TRASTO

Sara Trasto resplandeció en las tinieblas
mas las tinieblas no la comprendieron.

Las tinieblas no comprendieron a Sara Trasto
tan entrañameblente acacrónica y desfasada
no sucumbieron a su  traje de luciérnaga
ni a las cuerdas irisadas de su ukelele.

Portaba Sara Trasto sus meteoros cromáticos
con airosos ademanes de farola ambulante
pero las tinieblas se agrietaron al decir su nombre
y alborotaron paranoicas los vestíbulos del cosmos.

Sara Trasto ofreció apenas un puñadito de atardeceres
un trozo incandescente del año de la espiga
una caja antigua de galletas alumbradas
y un retoño de soles anidado de peces
pero fue en vano;
las tinieblas  prefirieron al ornitólogo anodino
que cultivaba pajaritas en los agujeros negros.

Y así por más que Sara Trasto resplandeció en las tinieblas
las tinieblas no la comprendieron.

Ella que sólo pretendía asilvestrar rutinas
hoy reposa su congoja a la sombra de los recuerdos
hiperbóreamente sola y sitibunda
con su desordenada colección de horas muertas.
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EL VENDEDOR DE DÉCIMAS

Tonta imbécil presumida
frívola torpe llorona
melancólica bribona
absurda ruin consentida
necia falaz engreída
grisácea cual cenicero
anodina sin esmero
burda precaria indolente
fugaz lasciva incoherente
mal bicho cuánto te quiero!

(50 céntimos)

domingo, 15 de mayo de 2016

EL PRINCIPITO HA VUELTO, O ESO PARECE. (M.J.Alvarado y T. Correa)

Foto de Teresa Correa

"...Si entonces un niño llega hacia vosotros, si ríe, si tiene cabellos de oro, si no contesta cuando se le pregunta, adivinaréis quién es. ¡Sed amables entonces! No me dejéis tan triste. Escribidme enseguida, decidme que el principito ha vuelto."
(Antoine de Saint Exupéry, El Principito).

"...Quizás pasara algún coche o alguna caravana, pero no era probable. Así que comenzamos a valorar la posibilidad de no avanzar más, pasar la noche allí y confiar en que las estrellas nos ayudarían a definir el rumbo que deberíamos tomar por la mañana...
Y entonces lo vi".
(María Jesús Alvarado, El principito ha vuelto).


El principito ha vuelto (Libros de las Malas Compañías, 2015) es la crónica viajera de una corta expedición sobre las arenas del Sáhara, corta si medimos el tiempo por la simple acumulación de horas. Por inmensidad, grandeza y variedad casi oculta que brinda la permanente sorpresa del camino, es más bien un largo periplo que conduce con naturalidad a la aparición del prodigio inexplicable. Con el mismo verbo terso y sencillo con que compone sus poemarios, cálidamente despojados de adorno, el texto de María J. Alvarado se debate en el espacio aparentemente uniforme del desierto, el oscuro esplendor de sus noches, las pinturas rupestres de sus cuevas, que conservan figuras de bailarines de hace miles de años, o las formaciones rocosas que se interponen en el camino sin que se sepa cómo pudieron llegar ahí, sin una sola montaña alrededor de la que haberse desprendido.

En la segunda parte del libro -alertada por la relectura de El principito de Saint Exupéry- la autora rememora y refiere la aparición misteriosa de un hombre solo que cavaba en la soledad casi absoluta del desierto. Recuerda su aspecto, su vestimenta, las confidencias hechas en una única noche de conversación en vela y cada detalle de su recuerdo le remite a las descripciones, los sentimientos y dibujos del personaje-niño ya clásico.

María Jesús Alvarado es ensayista, poeta, autora de cuentos, directora teatral, cineasta, editora y tal vez me quede aún algo por mencionar. Lo importante para esta reseña es constatar los géneros y títulos de su obra escrita. Por ejemplo: Isla Truk, Suerte mulana, Sorimba, Geografía accidental,  Extraña estancia, Grietas, Bubisher y Cuentos antiguos de Gran Canaria, escritos a solas o en colaboración.

Teresa Correa es una experimentada artista de la  imagen que escudriña con su cámara en el espacio geográfico y ritual de estas islas y de sus contornos. Las fotos en blanco y negro que acompañan esta crónica del desierto retratan tanto la impresionante negrura estrellada de un cielo limpio que se impone sobre quien lo mira, como también la claridad cegadora que durante el día abrasa la inacabable extensión de arena indefensa ante la insolación. Años después del viaje relatado en el libro, la fotógrafa expuso un conjunto de trabajos bajo el título Habitar el fuego, donde la oscuridad contrasta con el fulgor de las hogueras. Se me antoja pensar que esa exploración en los límites de la luz y  la oscuridad le debe mucho a la odisea saharaui que compartió un día con su amiga.

sábado, 7 de mayo de 2016

EXTRAÑA SESIÓN DE CLAUSTRO

Lección de anatomía. Rembrandt


Siendo ya las quince y diecisiete, habían llegado casi todos los profesores a la sala y se iba a abrir la sesión con la lectura del acta anterior. Sentada a un extremo de la larga mesa cuadrangular, Doña Sole observaba a un lado y a otro con qué ánimo entraban por la puerta los demás. Se había situado, como era su costumbre desde hacía un tiempo, cerca del extremo que ocupaba la Junta Directiva del colegio. Se le notaba insegura como pocas veces, confusa, intentando disimular una incómoda indecisión. No sabía cómo pronunciarse sobre el asunto que se sometería aquella tarde al juicio de los profesores. Era un tema nuevo, sorprendente y espinoso del que tampoco el grupo directivo parecía tener una posición tomada... y, si la tenía, bien la disimulaba de momento, por eso doña Sole no paraba de dirigir miradas en oblicuo a las caras de la Directora, del Jefe de Estudios y del Secretario de actas, a ver si les adivinaba las intenciones y por algún mínimo gesto que les pillara al vuelo supiera al fin a qué atenerse: no era frecuente tener que deliberar y decidir sobre si llevar o no llevar a los alumnos, como a actividad cultural externa, a presenciar la realización de una verdadera autopsia, primera vez que les pasaba. Doña Sole solía optar por lo que quisiera en cada caso el equipo directivo, y lo apoyaba en las polémicas si lo veía en apuros a base de subir la voz irrumpiendo en los turnos de palabra contrarios, frivolizando sobre las objeciones mejor fundadas cuando era necesario y también defendiendo, si era menester, las posiciones oficiales incluso hasta en la total falta de argumentos o el evidente ridículo, pero aquella vez su semblante al menos parecía desmentir tanto enérgico arrojo.

Don Cleofás se preguntaba, observando la gravedad en la cara del secretario de actas, cómo trasladaría éste más tarde al papel la endiablada controversia que se avecinaba, y cómo la pasaría a limpio en el libro oficial. Doña Frasca, por su parte, parecía experimentar una evidente congestión de cuello para arriba; cuando leyó el día anterior la convocatoria y orden del día de la reunión en curso, pensó que aquel punto que se proponían discutir era una broma de mal gusto, o un error. A a doña Lidia, profesora de Música se le cruzaban las letras escritas con tiza verde en la pizarra de la sala, y veía turnos de disección en vez de los horarios de biblioteca y de ordenadores allí consignados. Sólo don Gedeón tenía cara de no enterarse. Conociéndolo, estaría abstraído en cualquier elucubración matemática, o tal vez rememorara un tango: aquella mañana le habían oído cantar por los pasillos uno nuevo, Naranjo en flor. En general, todos parecían esperar prudentemente a que fuera otro, u otra, quien hablara primero.
"¿Pero eso sería legal?", preguntó, abriendo fuego, doña Nieves, la más escaldada por la experiencia. La Directora respondió que lo habían consultado y que "más bien sí", que legal lo era. A doña Sole no le gustó nada aquel más bien sí tan apocado, que no la sacaba de dudas sobre qué opción apoyar o qué opción combatir. Sospechaba que el grupo directivo estaba catando el ambiente antes de pronunciarse abiertamente, pero a ella la tenían en ascuas. Hubo más segundos de silencio indeciso y miradas que no se detenían en lugar alguno. Casi todos giraban a un lado y a otro las cabezas interrogándose entre sí. Se sintieron aliviados por fin cuando don Atilio, de Educación Física, requirió el consejo cualificado de doña Paloma, la Orientadora pedagógica: por fin había alguien a quien cargar el muerto, y nunca mejor dicho.
"Pues...", pretendió responder doña Paloma, la orientadora. Vio las caras dirigidas a ella, más deseosas de ver cómo saldría del paso que interesadas cabalmente en la respuesta. "Pues, en fin...", dijo en otro intento de ofrecer sus orientaciones, esta vez cabeceando un poco. No se había esperado aquella situación, la convocatoria del debate dos días antes había coincidido con su visita a otro colegio. La expectación aumentó y se hizo más incómoda. Cuando algunos ojos empezaban a quitarle la vista de encima, decepcionados, y se oyeron resoplidos de incomodidad entre los presentes por la disertación que no empezaba nunca, doña Paloma encontró un socorro inesperado en los programas oficiales: habló de los seres vivos y de los inertes, de la anatomía, del valor educativo de la observación directa, de la recogida y organización de datos, de la formulación de preguntas, de aprender a aprender, y en fin... 

"Me parece una guarrada", juzgó doña Valen, Apoyo y Francés, a la que se quedaron mirando todos. "Me parece una guarrada y una indecencia ofertar a los alumnos una actividad como esa", añadíó. "Y no tengo nada más que decir". Valen era la primera que se mojaba y abría así el camino para que en adelante los demás se atrevieran a elucubrar, preguntar o protestar lo que quisieran en voz alta. Cleofás por su parte se había fijado en el secretario y en cómo éste había escrito casi al dictado cada palabra de Valentina, sin levantar la vista del papel; él, que había sido secretario de actas tiempo atrás en otro colegio, solía extraer un borrador imaginario de todo lo que se manifestaba en las reuniones, como haría esta vez con cada intervención que oyó. A saber:
Don Moisés pregunta qué provecho educativo puede haber en asistir a una autopsia real cuando en la actualidad se dispone de vídeos y de herramientas virtuales que pueden simular paso a paso una operación de esas características.
Doña Nuria recuerda que se ha cansado de pedir un aula para el laboratorio de Naturaleza. Dice que si se le hubiera hecho caso tendríamos ya un espacio y un instrumental donde introducir a los alumnos en ciertas interioridades despiezando insectos y abriendo en canal ranas, perenquenes o lagartijas, incluso piezas mayores. Que ella misma podía haberlo realizado, por lo que aprovecha la ocasión e insiste en la necesidad de montar un laboratorio cuanto antes. La Directora le propone presentar un proyecto para tal fin.
Doña Luz advierte de la posibilidad, más que probable, de que una actividad como esa anime a los alumnos a diseccionarse entre ellos, y ellas: dedos y cosas. El Jefe de Estudios le replica que habría una preparación previa, por parte de los organizadores, para mentalizar seriamente de la finalidad de ese ejercicio y de los peligros de realizarlo en casa o en el colegio, por lo que a él le han informado.
Doña Vicky hace constar que el colegio cuenta con alguna imitación del cuerpo humano, desmontable y sintética, con todas sus vísceras al aire, que nadie utiliza, y que si se acuesta a esos maniquís o muñecos boca arriba y se les cubre con una sábana, pues ya tienes así como cadáveres sobre los que trabajar en clase, y no hace falta ir a por tanta sangre y tanta casquería pringosa a ningún lugar desagradable.
A todas luces estaba ganando el no, el no más rotundo, y a don Salvador -interesado por algún motivo en probar esa experiencia innovadora- se le abombaban las órbitas oculares viendo a un lado y a otro de la concurrencia cómo permanecían en una irritante pasividad algunas personas a las que él suponía interesadas en ampliar horizontes pedagógicos, y que por lo tanto podrían inclinar la balanza del lado de sus preferencias. No comprendía que afectaran una recatada indiferencia y menos aún que exhibieran inalterables aquellas solemnes caras de póquer, así que finalmente se decidió a levantar la mano él mismo para pedir su turno de palabra, según consta:
Don Salvador se lamenta de que los alumnos vean ya en la televisión numerosos ejemplos fantasiosos y deformantes de semejantes labores en las series de policías, por lo que más que vídeos y herramientas virtuales,piensa que lo que más educa en su opinión es la verdad desnuda, la verdad de la vida, o sea, acercarse a esa realidad sin prejuicios, desmitificándola, como lo más normal del mundo.
Doña Basilia alega que basta ir al mercado y detenerse en la carnicería, o en la pescadería, niños o mayores, para encontrar ahí piel y carne troceadas y hasta sangre chorreando en las bandejitas precintadas de los filetes. Que lo otro es un paso más, nada más.
Doña Yoya dice que piensa en su infancia, cuando sus hermanos y primos, y ella misma, ponían bajo la lente del microscopio patas y alas de mosca, y hasta algún pelo arrancado a alguien para mirar su raíz bajo los aumentos, todo por la natural necesidad de descubrir, y que esto que se discute esta tarde es algo así pero más amplio, más complejo y elaborado, de lo que no está bien privar a aquellos entre quienes debemos fomentar la inquietud de la experimentación.
Doña Valentina desea reiterar que le parece una guarrada y no tiene más que añadir.
Don Cleofás desistió de trasladar a su acta imaginaria lo que se dijeron cuando en la sala por fin se enzarzaron en una polémica abierta los partidarios de una y otra postura. En medio de la refriega sólo retenía las interrupciones, las reiteraciones, los titubeos en frases entrecortadas, los “pues yo digo y repito”, los “no he acabado”, los “no me malinterpretes” o “no tergiverses lo que digo”, los “no se peleen, parecen políticos”... Se veía que ya le faltaba práctica. Sólo pudo atender por completo un comentario de don Atilio, claro por lo corto y por lo coincidente con un silencio casual e inesperado en medio de la trifulca, y por lo tanto apto para cualquier acta ficticia en condiciones:
Don Atilio pregunta que, a todas éstas, qué padres o madres autorizarían a sus niños ese tipo de visita “cultural”. Dice que estamos discutiendo para nada.
La Directora salió repentinamente de su prolongado mutismo institucional para responder a don Atilio que esta actividad ya había sido organizada por numerosos centros- aunque al principio se recibiera con la lógica aprensión- “precisamente por el furor que está haciendo en toda la comunidad educativa, también en padres y madres”. Ahí tuvo doña Sole el anhelado indicio para decidir en qué dirección lanzarse en medio de la refriega claustral; al fin la Dirección le dejaba atisbar discretamente la consigna a seguir, y con uno de los argumentos mejor utilizados por doña Sole: era frecuente que pusiera de su parte el supuesto parecer de los padres -considerados así, en bloque- como última palabra . En este caso, sus frases le salieron en tromba por el nerviosismo acumulado, su vozarrón perdió firmeza y se dio de lleno con la oposición persistente de los partidarios del no, así que el asunto en discusión quedó sin remedio en unas agotadoras tablas.
Frustrado y sin energías, don Salvador reparó en Gedeón, cuyo embelesado rostro revelaba una indiferencia insultante a todo lo que se había tratado, si es que se había enterado de algo. Sus ojos parecían gozar, en algún lugar de su mente, del blanco resplandor de las flores del naranjo, de la sonrosada piel de sus frutos y de la verdura de sus troncos. Aún permanecía sentado a la mesa, tal vez sin percatarse de que ya se había cerrado la sesión y de que algunos empezaban a levantarse. Por despecho o por envidia, Salvador lo arrebató de su nirvana sonámbulo interpelándolo en voz alta:
 "¿Y tú no tenías nada que decir, Gedeón, no te interesa esto?, le preguntó casi con aspereza. "Estábamos hablando al fin y al cabo de lo tuyo, Matemáticas y Ciencias Naturales, y tú en la inopia..." Y remató: "¡Qué feliz eres, jodío!"
Gedeón respondió apenas con miradas ausentes a través de pestañas soñolientas; movía los labios musitando algo en voz muy baja, no se sabía qué. Varios a su lado de la mesa tensaron el cuello para poder oírle declamar lo que esperaban fuera otra letra de tango, tal vez inoportuna. Pero Gedeón, subiendo la voz hasta hacerla totalmente audible, hizo notar al fin que esta vez, en consonancia con la inquietud ambiente, desempolvaba los versos románticos de don José de Espronceda:
“...Me agrada un cementerio
de muertos bien relleno,
manando sangre y cieno
que impida el respirar,
y allí un sepulturero
de tétrica mirada
con mano despiadada
los cráneos machacar.”




jueves, 5 de mayo de 2016

DE LOS QUE NADIE HABLA, de Evelyn de Lezcano

Fotograma de El cielo sobre Berlín, de Wim Wender

"Ángel de luz, ardiendo,
¡oh, ven!, y con tu espada
incendia los abismos donde yace
mi subterráneo ángel de las nieblas."
(Rafael ALBERTI. Sobre los ángeles) 

"... Y aun si de repente algún ángel
me apretara contra su corazón, me suprimiría
su existencia más fuerte. Pues la belleza no es
sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces
de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente
desdeña destrozarnos. Todo ángel es terrible.
(Rainer Maria RILKE, Elegías del Duino)

"Ángel que miraste con la ira de un cíclope
y al abrazarme fuiste montaña que se derrumba,
Ángel-Yo indigente
entre piedras y barro."
(Evelyn de LEZCANO. De los que nadie habla)


Se diría que la aparición del ángel en la poesía, al margen la época, el estilo y la mentalidad de cada poeta, alude de una forma u otra a un misterio tremendo, al estremecimiento del miedo sobrecogedor junto a la fascinación por lo que, al menos simbólicamente, supera a los mortales. No es vano especular con la hipótesis de que la poesía debió de ser el primer cauce elaborado que el lenguaje tuvo para dar cuenta de los primitivos asombros y los inciales temblores. Sus repeticiones serían, no un recurso estético entre otros, sino tal vez la expresión de ese ritmo  que es “uno de los más profundos si no el más decisivo de todos los fenómenos que constituyen la vida y muy especialmente la extraña vida que se deposita en las obras de humana creación. En la aurora de la humana historia fue el ritmo el descubrimiento inicial en cuanto al conocimiento íntimo de las cosas (María Zambrano, Poema y sistema). “Color de amanecer,/color de atardecer contra la piedra,/un mantra a cada paso./El paso y el mantra./Color de amanecer,/ color de atardecer...” (Evelyn de Lezcano).
En el poemario De los que nadie habla (Huerga y Fierro editores, 2015) se dan cita ángeles iracundos o indigentes, dioses caducos, astros que nos miran, días en que caen los cirios en todas las catedrales, estrellas que se rebelan contra la noche, brisas que se desgajan del huracán... entre otros síntomas de un orbe en ebullición apocalíptica, donde tiene presencia el ángel atemorizando, o asimilándose a la naturaleza humana o creando el vacío y la desolación con su ausencia. Que este paisaje cósmico en constante angustia se pueda alternar con referencias al ámbito más humanamente cercano, incluso con pinceladas de cotidianidad casi hogareña, se debe atribuir a la especial sensibilidad de la autora y a la capacidad de irnos dejando en cualquier caso en la retina imágenes que traspasan la imaginación. Eso sin contar con el dominio expresivo en que no siempre reparará el lector de forma consciente aunque le cautive. Por ejemplo, la fuerza visual de sus imágenes (“...las oraciones se pegan a los muros,/ como el hollín/a la máscara/de quien rinde sus manos/a la ceniza”). Por ejemplo, admoniciones como bienaventuranzas invertidas (“Abominados los que traducen/la señales de humo entre las sombras...”) o el elocuente uso de repeticiones salmódicas. 
Es el libro que nos ocupa una creación infrecuente y arriesgada, en el que el lector transita entre indirectas resonancias bíblicas e intuyendo paso a paso símbolos que le involucran más allá de la razón, pero forjado en la solidez de una autora indiscutible. Evelyn de Lezcano ha publicado anteriormente en revistas literarias y en 2014 entregó a la imprenta su primer libro, Hombre. También es la creadora de los textos del blog La aurora del orfebre. 

BREVE MUESTRA DE TEXTOS 

Sigue aquí la sombra del ángel gris.
Busca que pronuncie esa palabra
que sólo él conoce,
la palabra que viaja sola.
La palabra aventada,
grano de sus alas negras.
No quiere que cruce puentes.
Sólo una palabra. Una:
escrita sobre la piedra que amasa muros,
los muros de la ciudad escondida.
Ángel gris, ¿Cuál es su sonido?
Ángel, déjame escuchar aunque sólo sea el eco,
el eco que evite a la boca ser un pozo de escombros
y a los ojos charca seca de la que huyen las ranas.
Evítame el grito del búho frente a la luna áspera.

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Detrás de las sombras,
en la sombras del ojo abierto
que la catedral inventa,
las oraciones se pegan a los muros,
como el hollín
a la máscara
de quien rinde sus manos
a la ceniza.

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Y esos árboles que lloran
y crispan sus hojas contra el viento.
Ese incomprendido viento
que busca cobijo entre las ramas,
las abraza y ruega un hospedaje
donde liberarse del murmullo
y de los gestos petrificados
en el latido de los relojes
que el Ángel abandonó.

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Abominados los que traducen
las señales de humo entre las sombras.
Los que del zumbido de los claustros
entresacan la voz muda del verdadero éxodo.
Aquellos que tocan el acuchillado paredón
y silban la canción de la luz.
Los que huelen la sangre herviente
en el rescoldo abandonado de la hoguera.
Abominados los que sobreaguan
entre cascos de hielo glacial,
el frío polar sin horizonte.
Tal vez, un día, el gran ojo sin rostro los mire.

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Tú,
llanto desnudo,
grito
al Dios envejecido,
preguntas si vuelve de algún viaje,
si partió alguna vez.
Y al filo de la amnesia
le susurras:
que no te mire,
que no te enseñe
cómo danzan
los caballos fustigados.
Y le pides que se arrodille entre los adobes,
que escarbe de una vez
que te ayude a encontrar
el escondido reloj,
el fruto de la arena,
la duna donde todo se confunde.

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Siempre está el húmedo gris
bajo el dintel
de lo astros que nos miran
y al quitarnos el sombrero ante el asombro de su luz,
como una hormiga en la noche verde,
olvidamos
que bajo los parasoles de la congoja
hay Ángeles que arquean vértebras,
que entre los húmedos paraguas,
el secreto,
ronda oculto en las oquedades.

domingo, 1 de mayo de 2016

JARDÍN MUERTO, PÁJARO ROJO (Mª José Vidal Prado)



Oh, beldad mía, entonces di a los crueles gusanos
que contigo tendrán un festín de besos,
que conservo la forma y la esencia divina
de estos amores míos que son polvo.
(Charles BAUDELAIRE)

Había conocido algo de la poesía de María José Vidal Prado por las frecuentes piezas sueltas que esta escritora ofrece generosamente en las redes sociales y en su blog. Me había acostumbrado ya al sorprendente dominio de la expresión que le permite, con una magistral condensación de lenguaje, arriesgar en ocasiones cierto tono de desenfado, y hasta rozar la trivialidad con leve dejo de humor, sin restar en nada el alcance conmovedor o trágico de muchos versos suyos. Por este juego hábil y heterodoxo entre registros diversos, casi en cada poema María José suspende el ánimo del lector verso tras verso haciéndolo esperar un lacónico cierre propio del epigrama, un inseguro escape hacia el ensueño o la persistencia del suspense expresivo.

En su libro poético Historia de un jardín muerto y un pájaro rojo (Ed. Vibrubio, Madrid, 2015) María José Vidal Prado, que también es narradora, nos ofrece con toda su capacidad poética justamente lo que anuncia el título, una historia, una vaga narración subyacente que empieza en el esplendor de la hierba juvenil, como un mundo irrecuperable:

De repente todos nos miramos: teníamos una belleza alucinante,
una belleza demencial, una belleza que nunca antes
habíamos tenido.
Besamos nuestros fríos labios.
La ventana se abrió.

A partir de ese momento, se habita página tras página un jardín donde el amor, el lenguaje, la infancia se ven cercados por una literalidad mortuoria en espantosa concreción. Apenas puedo ahora mismo encontrar un antecedente del apogeo de tanta sensibilidad vital en coexistencia con la muerte si no es en algunos poemas de Baudelaire.

Historia de un jardín muerto y un pájaro rojo y su autora han atraído la atención de autores y reseñistas en varios puntos de la geografía editorial, sobre el papel y en la Red. El escritor Santiago Gil dice de ella: Su poesía está llena de imágenes que te hacen levantar los ojos del libro sobre la marcha; pero al mismo tiempo es sentenciosa y precisa, a veces casi visionaria, otras oscura, y siempre sorprendente y profunda. Y no hay verso que no lleve un mundo debajo de cada una de sus letras. Te acerca al humor y a la ironía valleinclanesca o se adentra entre las sombras de Leopoldo María Panero, tiene un poco de Silvia Plath y de Pizarnik y hubiera querido ser la hermana que no tuvo Hamlet cuando salió del castillo de Elsinor. Y el crítico José Alonso Girgado, en párrafos certeros, garantiza que en este libro se encuentra “ una voz culta, pues, que ha esperado y ha vivido antes de entregar, sin alharaca publicitaria alguna, este primer fruto: algo más de sesenta poemas breves (alguno mínimo) configurados en cuatro apartados de equilibrada extensión. El conjunto se atiene a la forma general del tema con variaciones. La summa lírica se ancla en una conciencia en crisis que busca y se busca entre mucha tiniebla y alguna pálida luz. La voz poética, ante la muerte, se hace fría serenidad o inútil pugna por sobrevivir. Cualquier tentativa de retorno de los seres y las cosas no pasa de un doloroso espejismo”.

Breve muestra de textos

DESPUÉS
Buceo en la tierra de tus huesos.
En la médula
de tu mirada antigua.
Las hojas
cuando nos consumimos,
somos una.
Algún insecto canta tu canción.


Ya la vida me arroja fuera de tu cuerpo,
arrasando ciudades enteras,
aplastando de un manotazo al mosquito.
Cada uno sigue a lo suyo,
acariciando un cabello sedoso o
acarreando ladrillos.
Y el zumbido ha cesado.


Yo no era más que una sombra en el jardín,
sobre la que picoteaban los pájaros
todo lo que caía del mantel
cuando volaba,
las huellas de los dedos, la malicia,
alguna vez el pan.
Mi sombra
crecía tanto
que llegaba a parecer un árbol dormido,
soñando a los que trepan por sus ramas,
ajenos a las sombras.


REESCRITURA
Si la desintegrada mente
pudiera fabular otro final.
Sin principio
ni narrador,
sin ninguna intención
esta vez.

Anidó en la piedra muerta.
Me recordó que aún no me cubría la tierra.
Pero yo le dije
mira la tarde inmóvil,
mira la sombra del roble exactamente igual que entonces,
mira las sábanas
sobre los muebles detenidas.