sábado, 27 de diciembre de 2014

Las dos ficciones


“La memoria es un dedo tembloroso” (Juan Benet)

Me impresiona esta foto tomada hace unos años por Joan Sánchez. En ella hay un hombre a la izquierda de la escena que observa y escucha con la mayor atención. Se trata del escritor y exministro español Jorge Semprún, antiguo militante antifranquista y exprisionero  en su juventud del campo de concentración nazi de Buchenwald. El otro hombre presente, desenfocado en el centro de la imagen, y orador ante el micrófono, es Enric Marco, farsante, ex presidente entonces de la asociación de deportados Amical de Mauthausen y ex secretario general de la CNT. Durante años, éste último consiguió hacerse pasar por otro prisionero de un campo alemán. La verdad es que estuvo en la Alemania nazi, pero como parte del apoyo militar que Franco envió a Hitler. El 27 de enero de 2.005 habló ante el Congreso de los Diputados en nombre de los deportados españoles en aquellos mataderos de gente.  En mayo de ese mismo año habría participado junto con el presidente Zapatero en la celebración internacional de la liberación del campo de Flossenburg, donde afirmaba haber estado cautivo, si un historiador no hubiera descubierto a tiempo que en realidad había suplantado la identidad de otro Enric, verdadero preso 6.448 de aquel tiempo y lugar. Enric Marco es el protagonista del reciente y exitoso libro El impostor, del escritor Javier Cercas. 

Aunque a Enric Marco, farsante, se le reconozcan varios talentos, entre ellos el de orador y eficaz narrador de las historias que se ha atribuido -sin levantar las sospechas de los auténticos deportados- sobrecoge la empatía, incluso la atenta solemnidad con que parece observarlo Jorge Semprún como un engañado más, no sólo porque el escritor fuera víctima real y directa de la tragedia nacionalsocialista, intelectual y novelista de prestigio Europa, sino porque además conoció la clandestinidad antifranquista con el nombre de guerra Federico Sánchez, lo que no deja de ser otra forma, justificada e imprescindible, de impostura. El argumento de su novela Viviré con su nombre, morirá con el mío, sobre la estancia en el campo de Buchenwald, se basa en la ocultación de la personalidad del protagonista, alter ego de Semprún, tras la identidad de otro preso agonizante. Así pues, también había que suponerlo curtido en suplantaciones y engaños, reales o de creación imaginaria, siempre bordeando el testimonio de su propia historia. Sin embargo, su figura en la inmediata actualidad -al contrario que en la fotografía, donde distribución de nitidez lo destaca claramente- queda difusa frente a la astucia y el atrevimiento del impostor, protagonista en estos días de su propia biografía novelada por un autor de prestigio, y con toda la fuerza de un símbolo reciente: para Javier Cercas, autor del libro, el impostor Enric Marco es producto de las imperfecciones de la Tansición, donde todo el mundo se inventó un pasado antifranquista; también lo es de la degradación de la memoria histórica como ocasión de oportunismo, una construcción “embustera, sentimentaloide y falsamente heroica.” 

En una mirada más atenta a la fotografía, se me antoja que el Semprún de la imagen no está observando al embustero con emocionada credulidad. Más bien parece que lo escruta con severa desconfianza, resignado a no desenmascararlo, pues como él decía por entonces, “desaparecen los testigos del exterminio” y “en el crepúsculo, la memoria se hace más tensa pero también está más sujeta a deformaciones…” Al fin y al cabo, él ha sido un creador de ficción -novelas, guiones de cine- que no se disfraza de memoria sino que se presenta como tal ficción para proporcionar la recreación imaginativa y la intuición de lo que más horrible y más recuperable puede haber en la condición humana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario