jueves, 30 de abril de 2020

GEDEÓN EN CUARENTENA


A quienes conozcan a don Gedeón, maestro de Primaria (en este mismo blog), no necesitaré advertirles de que el tipo es un ardiente devoto del tango, la danza de los grandes abrazos y restregones, esto es, el baile menos apropiado para esta época precavida y puritana a fuerza de malos contagios. Después de tantos días de clausura, ya no encuentra entusiasmo para acometer online el baile de alguna pieza apasionada: esas ganas ya han desfallecido en él y en las compañeras de la Academia de baile con las que mantiene el contacto virtual. Eso sí, ya con cierto vicio rutinario, se prometen en cada comunicación fogosos reencuentros artísticos para cuando llegue finalmente el día, el ansiado día, en el que se prodigarán mutuamente los mayores esfuerzos de entrega y virtuosismo, dispuestos a bailar mejor que nunca.
Como ya ha empezado a sentir el peso del tanto aislamiento, y aprovechando que no lo ve nadie, en algún arranque repentino baila con una fregona sin usar; le ha clavado con grapas en el palo un rostro de cartulina con ojos imposibles y le ha puesto de nombre Malena. Sobre la cartulina ha pegado una mascarilla de fabricación propia, con lo que los ojos de Malena, como los de mucha gente en estos días, adquieren la inquietante intensidad de la alerta y también la responsabilidad de expresar la emoción por sí solos, sin el complemento facial de la boca y las mejillas. “¿Decías algo, Malena?”, le pregunta alguna vez bajándole la mascarilla para saber si sonríe o se entristece, o si sigue teniendo la “voz de sombra” que dice el canto. Aunque al principio sólo bailaba con ella, ahora incluso le habla alguna vez y la sienta a su lado a ratos mientras él trabaja intentando relajarse. Tiene que preparar varias clases digitalizadas para cinco grupos de niños y enviarlas a la dirección web indicada, corregir por ese medio los trabajos que le remiten los alumnos y asimismo atender telemáticamente las observaciones y consultas que llegan a su ordenador, frente al que vive.
Ya ha observado que las pruebas y los trabajos de algunos alumnos no llegan y, en otros casos, no se corresponden con su rendimiento ejemplar. No sabe a cuáles de ellos se les habrá llevado un familiar el peligroso virus que nos tiene a todos en la trinchera ni en cuáles de sus familias se habrá ensañado el descalabro. De improviso los ve a todos en la playa caminando sobre un mundo mejor, con bolsos de coronavirus, gorritos de coronavirus, flotadores de coronavirus de varios colores, y con pelotas de playa que tienen pintadas en su esfera esas trompetillas alarmantes tan caracterís…  De repente l
o saca de su ensoñación una llamada al móvil, de la directora de su colegio: “Oye, Gedeón, ¿me oyes?.. No sabes la jarana que has provocado al dar la clase telemática al lado de esa fregona con cara que aparece ahí sentada. Me han llamado las familias, me ha llamado la Inspección Educativa... Ten más cuidado, ya sé que estás siempre en las nubes pero mira que ahora expones en carne viva tu intimidad, que no quiero saber cómo es, por cierto. ¡Tanguero!..”






jueves, 23 de abril de 2020

¡Pero qué estará pasando afuera!



Llevaba no sé cuántos minutos abstraído frente a la ventana, así que no supe en qué momento aterrizó sobre el alféizar aquella polilla negra. Había perdido la cuenta del tiempo que llevaba sin ver ninguna polilla inquietante, ni negra ni blanca, así que -sin ser decididamente supersticioso- cedí a una aprensión repentina que me hizo relacionar su aparición con la actualidad del  virus y la pandemia de su p... madre. Se tiene a la polilla negra por mensajera de la muerte, la muerte de quien la ve, y se le achaca la responsabilidad de las desgracias que recaen sobre la casa que invade..."¿Ya vienes a por mí?", le pregunté de inmediato. No respondió la tía; siguió como la encontré, callada, inmóvil y amenazante tras el cristal.
Pasado el susto me planteé su presencia bajo otra óptica y consideré, como vengo haciendo, los cambios que los animales estarán sufriendo en sus costumbres y en sus recorridos, y hasta qué punto se habrán verificado en los incluso en los insectos por todo lo que está pasando. La ausencia de una humanidad confinada en sus casas ha mejorado el aire del planeta en gran medida. Supongo que también estará aseando y relajando muchas costas; y así se llegan noticias de ballenas cerca de La Laja en la Palmas de Gran Canaria y cerca del muelle de la Palma, de delfines pasándolo cañón en la Bahía de Santa Cruz de Tenerife y en el Puerto de Mogán.
En mi encierro he pensado más de una vez en esas segundas residencias temporalmente abandonadas, y en esos locales de negocios clausurados, a merced delincuentes, de tribus de okupas y de manadas improvisadas de animales fugitivos o abandonados y, en efecto, las cabras que se han visto disfrutando de un hotel en Fuerteventura, o de un instituto de en Corralejo pueden ser un botón de muestra de lo que se encuentre en los posibles regresos.
Pero, volviendo a la polilla negra y otros bichos inquietantes, aún quedaría por oír -creyéndolo o no- qué habrá del mundo esotérico, incluso satánico: en qué ha afectado este vacío planetario a diablos, diablesas, íncubos, súcubos y todo ese personal incordiante en una dimensión paralela. Aún me queda por saber si mi polilla era una siniestra emisaria del inframundo y sus infiernos o si la pobre -en vista de la desolación de las calles- sólo pretendía ser mascota.


viernes, 17 de abril de 2020

ÉCHAME DE TU CASA DE MUÑECAS

   
  











   ÉCHAME de tu casa de muñecas
si me demoro mucho en el calor
del dormitorio lleno de colores.
Échame, te insistí después sobre el sofá
donde veía tu cuerpo de mujer
excediendo tu bata de niña.
Y como no me expulsabas,
y como no mirabas el reloj
y la tarde pasaba y era noche,
yo mismo dejé el lecho
y yo mismo me alcé, después, de aquel sofá
de epílogos y abrazos
donde, como la tarde, se alargaban tus piernas.
Y repetí que me echaras
mientras me echaba yo,
yo solo,
al frío de la calle,
en retirada, absorto, y sin tu ayuda.



Moraleja: QUÉDATE EN CASA