si me demoro
mucho en el calor
del
dormitorio lleno de colores.
Échame, te
insistí después sobre el sofá
donde veía
tu cuerpo de mujer
excediendo tu
bata de niña.
Y como no me
expulsabas,
y como no
mirabas el reloj
y la tarde
pasaba y era noche,
yo mismo dejé
el lecho
y yo mismo me
alcé, después, de aquel sofá
de epílogos
y abrazos
donde, como
la tarde, se alargaban tus piernas.
Y repetí que
me echaras
mientras me
echaba yo,
yo solo,
al frío de
la calle,
en retirada,
absorto, y sin tu ayuda.
Moraleja: QUÉDATE EN CASA
Moraleja: QUÉDATE EN CASA
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