jueves, 23 de abril de 2020

¡Pero qué estará pasando afuera!



Llevaba no sé cuántos minutos abstraído frente a la ventana, así que no supe en qué momento aterrizó sobre el alféizar aquella polilla negra. Había perdido la cuenta del tiempo que llevaba sin ver ninguna polilla inquietante, ni negra ni blanca, así que -sin ser decididamente supersticioso- cedí a una aprensión repentina que me hizo relacionar su aparición con la actualidad del  virus y la pandemia de su p... madre. Se tiene a la polilla negra por mensajera de la muerte, la muerte de quien la ve, y se le achaca la responsabilidad de las desgracias que recaen sobre la casa que invade..."¿Ya vienes a por mí?", le pregunté de inmediato. No respondió la tía; siguió como la encontré, callada, inmóvil y amenazante tras el cristal.
Pasado el susto me planteé su presencia bajo otra óptica y consideré, como vengo haciendo, los cambios que los animales estarán sufriendo en sus costumbres y en sus recorridos, y hasta qué punto se habrán verificado en los incluso en los insectos por todo lo que está pasando. La ausencia de una humanidad confinada en sus casas ha mejorado el aire del planeta en gran medida. Supongo que también estará aseando y relajando muchas costas; y así se llegan noticias de ballenas cerca de La Laja en la Palmas de Gran Canaria y cerca del muelle de la Palma, de delfines pasándolo cañón en la Bahía de Santa Cruz de Tenerife y en el Puerto de Mogán.
En mi encierro he pensado más de una vez en esas segundas residencias temporalmente abandonadas, y en esos locales de negocios clausurados, a merced delincuentes, de tribus de okupas y de manadas improvisadas de animales fugitivos o abandonados y, en efecto, las cabras que se han visto disfrutando de un hotel en Fuerteventura, o de un instituto de en Corralejo pueden ser un botón de muestra de lo que se encuentre en los posibles regresos.
Pero, volviendo a la polilla negra y otros bichos inquietantes, aún quedaría por oír -creyéndolo o no- qué habrá del mundo esotérico, incluso satánico: en qué ha afectado este vacío planetario a diablos, diablesas, íncubos, súcubos y todo ese personal incordiante en una dimensión paralela. Aún me queda por saber si mi polilla era una siniestra emisaria del inframundo y sus infiernos o si la pobre -en vista de la desolación de las calles- sólo pretendía ser mascota.


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