La anotación final, por supuesto, no
podía contener referencia alguna sobre aquella última visita, ya
que él se había apropiado del diario; en cambio, el último apunte expresaba la confesión de que su propietaria lo había dejado esta última vez bajo la tapa del piano a propósito, como punto final a una
pasión que empezó en agradecimiento hacia él por ser la
única persona de la que tenía ayuda y estímulo para seguir
interpretando la adorada música, sin que él lo supiera; pero fue
por su oído y su técnica unidos al afinar, y por la delicada
pericia con que trataba a su querido instrumento -con esmero
de amante entregado y conocedor- que ella lo fue interiorizando hasta
adorarlo despierta y en sueños, del embeleso a la exaltada ilusión,
sin importarle delatarse esperándolo ante el teclado con aquellas
notas de amor tan descaradamente reveladoras para quien supiera
escuchar... Y así año tras año, hasta acabar todo en desengañada
tristeza, dispuesta ella a no tocar el piano nunca más después de
la Fantasía Opus 12de Schumann con que lo aguardó por última vez
aquella mañana.
Las circunstancias no permitían excusa
profesional para visitar a doña Sole con la esperanza de que aún no fuera demasiado tarde. Tendría que volver a aquella
casa poniendo sobre la mesa todas las cartas de su sorpresa y su
interés recién nacido por ella. No era posible que acabara así la
historia con la mujer cuya atención por él había sobrevivido al
bigote, a la coleta, a los pantalones de pinza o a la cazadora de
leñador que envejeció decolorándose sin que a nadie –ni siquiera
a él mismo- le hubiera importado un pimiento.
Ilustración inicial: autor desconocido.
Ilustración inicial: autor desconocido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario