sábado, 29 de mayo de 2021

ASEDIO


No pretendió ni fama ni reconocimiento público por haber enviado a los medios las imágenes de las ratas correteando de noche por su gran zona comercial. Recibió los agradecimientos, eso sí, del periódico que publicó la noticia online y en papel, y el moderado asombro de su familia. La imágenes desvelaban la cantidad de ratas de gran tamaño que se apoderaban por las noches de aquel tramo comercial, en grandes grupos y cruzándose a lo loco. Eso y y las notas de redacción que acompañaban las imágenes podrían poner en evidencia a las autoridades y apremiar quien correspondiera para que actuara enseguida. Con eso se daba por satisfecho.

Lo que no esperaba eran criticas, malas actitudes, groserías y rechazo, en fin, cosas como culparlo incluso de la mala fama que podían dar a la zona aquellas imágenes repetidas en los informativos. Y además, ¿cómo podían saber que había sido él, si no había habido colaboración firmada? Pues sí, lo paraban en la calle sujetos que no conocía, o con los que se habría podido cruzar casualmente. Le preguntaban que a santo de qué hacer eso que hizo y perjudicar al barrio. Y más insultos, y más amagos de agredirle acercándose a él. Cuando lo tiraron al suelo de dos puñetazos decidió encerrarse un tiempo en su casa, de alta, muy alta planta. Desde ahí podría usar el teléfono y el portátil para enviar denuncias con detalles y un dibujo robot del agresor al que oyó que llamaban Ayoze, pero pronto tuvo que añadir a esas denuncias que se estaba congregando una pequeña multitud en la acera frente a su edificio mirando tanto a sus ventanas como a su portal, que apenas se veía desde arriba, pero sí se veía que allá abajo había otra multitud: corrían ratas dispuestas a entrar, tal vez ya habían entrado. Aquellos animales tenían muchos edificios para recorrer de abajo arriba, con muchas plantas de muchas puertas pero empezaba a oír el ruido seco de sus patas, todas sus patas, que habían llegado hasta la suya. Las oía golpear y arañar las puertas cada vez mas cerca y un olor desagradable se intensificaba afuera. Gritó a su gente en casa que llamaran a las fuerzas policiales, a los  bomberos y al servicio de desratización municipal, que amontonaran lo que pudiera servir como arma, que alguien preparara unas ollas con agua hirviendo. ¿Cómo pudieron dirigirlas a su casa?, pensó: era materialmente imposible implantarles chips a tantas ratas, o lanzar a su casa tan alta cualquier sustancia que los atrajera o un aparato de ultrasonido que… Y la puerta era gruesa y metálica, pero con tanta rata enorme royendo... 

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