domingo, 29 de marzo de 2020

De crisis y mascotas




No invento nada: el último jueves fue detenido un hombre en Lanzarote porque salió a pasear con su gallina; lo refería micrófono en mano una corresponsal de la cadena de televisión autonómica. El tipo pensaría que el animal le iba a valer como mascota para excusar el paseo y así burlar el confinamiento decretado; la policía no pensó igual.

Y este es casi el único aspecto por el que se suele mencionar de momento a los animales en esta crisis, con oportuno sesgo humorístico: se presume que están sirviendo en algunos casos de salvoconducto para salir a la calle. En alguna que otra ocasión futura, más adelante, alguien los recordará, alguien dará cuenta de lo que se hizo con ellos y de cómo también se vieron afectados mascotas, animales de granja o ganado por las consecuencias de esta pandemia.

Por su parte, y según estoy leyendo, Giovanni Bocaccio los tuvo en cuenta en el Decamerón, su libro de novelitas cortas escrito tras la epidemia de peste que asoló Florencia en 1348, de cómo fueron abandonados o directamente comidos los destinados a la cría o a la obtención de piel o alimento. Eso, entre las demás atrocidades que se dieron cita entre humanos, causa y consecuencia a su vez de un clima de descomposición social presidido por el miedo, en el que el autor nos introduce sin ahorrar ningún rasgo importante pero sin recargar las tintas en ninguno de ellos, con el mismo equilibrio con el que logra conjugar la recriminación serena a las conductas reprochables con la conmiseración solidaria por las víctimas de la epidemia, la invocación tanto a la piedad como a la actuación comunitaria y al conocimiento científico. 

El Decamerón fue escrito apenas unos años después de esos hechos, ya a toro pasado, pero aún así valgan como perspectiva humana y talante estético tanto esa cruda introducción a la obra como el variado muestrario pícaro y juguetón -en ocasiones, erótico- que representan las narraciones que le suceden. En un registro y en el otro es de agradecer la mesura que aquilata la expresión elegante y la perspectiva, en espera del tiempo en que sin olvidar el desgarro de estos días, rememoremos algún día el paseo, ocurrente aunque fallido, de un hombre y de su gallina.


La imagen es obra de la ilustradora MELI VALDÉS SOZZANI para una edición reciente del DECAMERÓN