Los días pasan con rapidez amenazante, en tropel, ensartados
en el resto del calendario que les sigue a empujones, y la vida parece a veces tan
inútil como esas fechas en las agendas sin utilizar, donde nada previmos ni
anotamos bajo los epígrafes de los días que no vuelven. Para desmentir el paso
del tiempo, y eludir su deriva inevitable, reutilizamos a veces esos dietarios
como libros de notas o borradores, superponiendo anotaciones sobre las fechas
de un calendario caduco que nunca coincide con el vigente. Hay un remordimiento
que acecha en esos apartados vacíos como también en los dorsos en blanco de los
folios marchitos, desaprovechados como las noches en desvelo sin placer ni
objetivo, o como la suma de los días engullidos en la inconsciencia del hábito.
Es un vacío cruel, vertiginoso, al que no ayuda la memoria, puesto que ni las
obras pasadas, ni los momentos jugosos se nos reaparecen apilados en orden
cronológico, ya organizados para rellenar un diario no escrito, sino rebrotados
en resplandores dispersos ajenos al paso del tiempo, incluso nuestro tiempo.
A veces pienso con envidia en el viejo que, en una novela
olvidada, anotaba los acontecimientos familiares como asientos contables, con
la puntualidad implacable de un operario sin alma. Miro ahora con otros ojos
las cartas llenas de pormenores insustanciales que abultaban los sobres de la
correspondencia en papel: noticias diarias de los mismos recorridos realizados
día tras día, o detalles exhaustivos de los menús desayunados, almorzados o
cenados con que los ausentes compensaban la distancia y mantenían los lazos con
su gente. Pienso hoy en aquellas reseñas humildes como en pequeñas constancias
de momentos vividos e intransferibles, más elocuentes incluso que otras palabras
de mayor ambición que el tiempo ha hecho igual de reiterativas e irrelevantes.
Y pienso en esas anotaciones persistentes, que no perdonaban ningún espacio en
blanco, como las más capaces de dar relieve en perspectiva a la memoria y lo
que ella arrastra.
Un blog es una publicación preparada para que las actualizaciones aparezcan automáticamente en orden cronológico. Los días que se amontonan sin actualizarlo provocan una desazón similar a las de los apartados de esas viejas agendas desaprovechadas. Aunque no pueda registrar la nimiedad de cada día, sí puedo dejar huella de alguna actualidad, de momento anodina, que sólo el tiempo pueda devolver emotiva o esclarecedora, y dedicarle por ello, de vez en cuando, el esfuerzo de unos cuantos renglones.
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