miércoles, 24 de abril de 2019

PATADAS AL IDIOMA (II)


La Web y sus redes ponen en relación a quienes comparten afinidades y limitaciones, traspasando fronteras y entornos sociales. Cualquier rasgo o peculiaridad compartida hace club si se está conectado, y de este modo se encuentran con facilidad entre sí aficionados al tango, al parapente o a la cría de lombrices. Lo mismo se puede decir de los defensores de diferentes causas y de los colectivos afectados por cualquier tipo de olvido o marginación. Las nuevas herramientas tecnológicas les han aportado la resonancia casi ilimitada que le suelen aportar a todo. Su poder habrá contribuido a que no haya día del año que no sea día D (o día de... algo). Me inquieto al pensar que tras cada una de esas fechas haya una organización o un entramado con sus quejas y aspiraciones difundidos por la Red de redes, por los acostumbrados medios de comunicación o por algunas instituciones y que cada una de esas entidades reivindicadoras puedan extender por los continentes y los mares asaltos al maltratado idioma, bien intentando imponer fórmulas forzadas o bien lanzando anatemas sin legitimidad contra las habituales expresiones en uso que ellos barrerían por decreto.
Las Academias encargadas de velar por el conocimiento y el buen uso de la Lengua no van más allá de levantar acta de cuál es el adecuado empleo de las expresiones y vocablos con que intentamos entendernos para admitirlas o no, sin condenar ni hacer desaparecer palabras y expresiones. Ellas, junto con la comunidad especializada, tienen de su parte la ciencia atesorada, el prestigio y el reconocimiento casi general de la comunidad lingüística, pero también se ven presionadas o menospreciadas por las gendarmerías ideológicas que intentan imponer a sus fórmulas. Éstas tienen a su favor que en estos tiempos no queda en pie principio alguno de autoridad ni se aceptan criterios de distinción formativos o de mérito. El conocimiento científico -particular y pasajero- pierde su carácter de fuente de certeza y, por otra parte es rehén de las grandes corporaciones que condicionan las sociedades La ciencia -advierte François Lyotard- carece de lenguaje universal y es hoy por hoy una multiplicidad de sistemas tras el principio más eficiente. Según el también filósofo Javier Gomá, actualmente se otorga valor cultural indiscutible a la simple y libre emanación instintiva del yo deslegitimando los principios de autoridad, la costumbre y las creencia colectivas; y, aunque este fenómeno es una emanación de las libertades sociales consolidadas, puede incubar formas de barbarie.
Elaboro estas líneas pensando que son especulativas, y que probablemente excedan las herramientas teóricas con que cuenta este pobre escribidor para abordar el asunto, pero pensando al mismo tiempo que, además de señalar la aparición de ciertas fórmulas en Lengua según el colectivo (rechazo del término mudo o incorporación de prostituidor, por ejemplo) convendría hacerlas objeto de una mirada Sociolingüística, una Sociolingüística que abarque las nuevas influencias colectivas y su expresión en las redes.


No hay comentarios:

Publicar un comentario