Aunque suelo ignorar los establecidos “Días Internacionales de...”, ayer día 13 de febrero no me sustraje a la celebración del dedicado a la Radio, medio de comunicación al que había desplazado hace años de mis hábitos de oyente en favor de la Televisión o de la navegación por Internet. En estos últimos meses, sin embargo, he recuperado ese mundo, donde se descubren innumerables e interesantes personajes y acontecimientos que no parecen caber en las programaciones de las cadenas televisivas ni en las páginas de la prensa escrita, y cuyo rastro en la web suelo desconocer: aventureros, nutricionistas serios, divulgadores de los últimos descubrimientos, escritores noveles con obra ya considerable o activistas sociales comprometidos con causas arduas y desconocidas. Ayer fue, para mí, un día para recordar momentos familiares de la lejana niñez en torno al aparato de radio, cuando adjudicaba con la imaginación rostro, decorado y color a las voces que parecían provenir del artilugio y los actos y sucesos que estas describían.
Hubo un tiempo ya lejano
en que se podía seguir la radionovela Ama Rosa en
la calle, camino a casa y sin tener transistor, sólo con prestar
atención a los aparatos de radio de las casas vecinas en el barrio
suspendido en un inquieto silencio. Tiempos en que seducían la
dicción y el verbo de los Boby Deglané o Matías Prats padre
presentando o transmitiendo espectáculos musicales, humorísticos o
deportivos. Tiempos de orquestas que sonaban como las de “Yo soy
aquel negrito” o emisoras con las que podías quedar enganchado
oyendo durante horas música árabe fácil de sintonizar. Hubo un
tiempo asimismo en que fue la Radio el medio de la propaganda
política por excelencia para informar, desinformar o promover la
conformación y crecimiento de los grandes movimientos de masas, en
ocasiones con discursos en lengua extranjera que lograban seducir por
el ritmo y la fuerza declamatoria de aquellas voces a las que no se
les entendía nada. O tiempos en que era posible la broma pesada y
genial que un joven Orson Welles gastó a la población
estadounidense haciéndole creer con recursos radiofónicos que la
Tierra estaba siendo invadida, en tiempo real, por extraterrestres.
Era ayer el momento de recordar todo eso como también que, cuando
parecía que la Radio iba camino de una segura y total postergación,
se hizo imprescindible herramienta social la noche de un 23 de
febrero, en la que el Congreso de los Diputados de una democracia
recién nacida permaneció secuestrada por unos desagradables
golpistas, al parecer afortunadamente chapuceros.
Ahora,
con los nuevos medios tecnológicos, la Radio ha conseguido
extenderse y complementarse con la Televisión o con la Red: sus
programas se pueden ver,
filmados, desveladas las fisonomías y los espacios que se dejaban en
exclusiva a la imaginación antes aguijoneada por los sonidos. Tal
vez vayamos camino de una confusión o combinación de recursos para
ser informados o entretenidos cuando hasta ahora, todavía,
dependemos de uno solo de preferencia.
Ayer
se concedieron públicamente lo premios culturales El ojo
crítico, espacio de Radio
Nacional donde oí nombrar a jóvenes dramaturgos, escritores y
músicos de los que no había oído hablar pero a los que merece la
pena seguir la pista. Tuvo el premio especial del jurado el cineasta
José Luis Garci, director de las míticas Asignatura
pendiente y Solos en
la madrugada. En la modalidad
bianual “premio iberoamericano” se reconoció al poeta portugués
Nuno Judice, voz de un interés indudable del que no habría tenido
noticia (yo al menos) si no es por este programa de Radio.