lunes, 8 de febrero de 2021

(CASI) ODIO EL CHAT


Lo confieso: uso mucho el chat aunque en diferido, esto es, escribiendo relajadamente un pie de foto o de vídeo, o enviando un saludo, un recuerdo o una broma bientencionada para dejar que el destinatario lo responda a placer si le parece, en el momento que pueda; eso es algo que está muy bien: es confortable y práctico. Pero entrar a discutir o dar explicaciones en directo chateando, lo advierto, puede acarrear algo más que un malentendido y, cuando menos, la frustración de haber complicado aún más algún enredo que al principio se pretendía desenredar, enzarzándose en equívocos estériles. 

Para empezar, no se ve ni se oye en estos casos al interlocutor (tal vez cabría decir el contendiente); se priva uno de los gestos y de todas las variaciones corporales que ayudarían a iluminar el sentido de lo que se está leyendo y así calibrar la actitud de la otra parte. Tampoco se oye la voz furiosa, conciliadora o bromista de esa persona a la que hay que interpretar sobre la marcha. No se dispone de tiempo relajado para afinar las palabras con esas afirmaciones rápidas, cortas y cortantes, que pueden acabar construyéndose precipitadamente, con un acerado cinismo involuntario, o con la dureza descarnada que tal vez no se hubiera pretendido jamás. Tampoco hay mucha oportunidad para aclaraciones o repreguntas, como se dice ahora en los debates políticos. Y tampoco tiene todo el mundo la misma velocidad al teclear: algunos, generalmente los más jóvenes, pueden abrumar con su inmediatez de réplica; sin embargo a los más torpes y lentos muy a menudo se les enredan, en su desventaja, tanto los dedos como las ideas y entonces, quien los conozca, recordará tal vez unos tristes versos de Pablo Milanés: Cuando camino junto a ti llevo una prisa/ que mueve a risa y mueve a trágico dolor... Sí, ya sé, el corrector automático es en principio una ayuda: nos hace correr haciendo que escribamos palabras enteras con una sola pulsación, pero cuanto más se depende de él, por torpes, más peligro hay de que nos cuelen por su cuenta palabras muy desacertadas y no las veamos a tiempo, que las enviemos sin cambiarlas y que empeoremos así lo que ya era un duelo a primera sangre acabando en duelo a muerte, aunque verbal y a distancia. 

Se me dirá también, lerdo de mí, que para esto existen los dibujitos llamados emoticonos, para mostrar precisamente el ánimo y la intención que no desvelan las palabras, pero de esos dibujitos se prescinde cuando el asunto se caldea y se desea acabar de un modo claro y terminante; además, se les suele emplear para subrayar la intención de lo escrito y no para matizarlo, y son también un adorno para alegrar el envío... cuando éste ya es alegre. 

En fin, temo que los robots, cuando sean aún mucho más sofisticados y humanos, nos encuentren a nosotros maquinales y robotizados, por gusto, queriendo competir con ellos en su terreno, y nos puedan meter los goles por la escuadra, cuantas veces quieran.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario