Somaly Mam. Foto: Luis Magán |
"Siempre hace falta un golpe de locura para desafiar un destino"
(Marguerite YOURCENAR)
Hay personas que fingen su propia biografía. Precisamente con esas vidas falsificadas, emprenden algunas de ellas una
trayectoria real de benefactoras con resultados sorprendentes e indiscutibles a
favor de las más conmovedoras causas humanitarias. Cualquiera podría
preguntarse si, con esa capacidad de promover y organizar acciones admirables,
no les habría merecido la pena actuar desde el principio como quienes han
sido realmente. Parece que necesitaran la fascinación del engaño como caldo propicio para activar el
atrevimiento, la astucia y el magnetismo que se les puede
suponer sin conocerlas.
A Somaly Mam (Camboya, 1970) se le concedió el premio
Príncipe de Asturias a la Colaboración en 1998 ex aequo con otras mujeres. Este galardón y posteriormente la
publicación de su biografía, El silencio
de la inocencia, dieron el espaldarazo mundial no sólo a su propia notoriedad
sino a la extensión de la ONG que presidía desde hacía años dedicada a la lucha
contra la esclavitud y el abuso sexual. Ella personalmente llegó a tener más de
cuatrocientos mil seguidores en Twiter y fue entrevistada en los programas de
Ophra Winfrey y de Tyra Banks. Cultivó durante un tiempo la relación con Hillary Clinton, con la
reina Sofía y con las actrices Susan Sarandon y Meg Ryan, activistas. La revista Time la incluyó en 2009 en su lista de
las cien personas más influyentes del año y en 2012 fue invitada a hablar en la
Casa Blanca. La directora ejecutiva de su fundación, AFESIP (Acción para las
Mujeres en Situación Precaria), contabilizó en cerca de cien mil mujeres y
niñas las que fueron ayudadas por la organización, seis mil las personas
hospitalizadas por su acción solidaria provenientes de barrios de prostitución
y aproximadamente seis mil cuatrocientos estudiantes implicados en la lucha
contra el tráfico de personas.
Abrió la primera brecha seria a su credibilidad
al afirmar en la ONU que militares camboyanos habían asesinado a ocho chicas en
uno de sus centros de acogida. Lo negaron los mandos de la policía y el
personal de Naciones Unidas en ese país. El hecho animó al periodista Simon
Marks a investigarla: el entonces reportero del diario Cambodia Daily logró que la
revista Newsweek publicara sus
investigaciones sobre el terreno acerca del pasado de Somaly. En ellas quedó
desmentido que viviera de niña con un hombre llamado Abuelo, tal como afirma en su biografía; que éste la vendiera
entregándola en matrimonio y que de ahí pasara a trabajar en un burdel a la
temprana edad de trece años sin haber completado los estudios primarios. Los testimonios también desmintieron las historias truculentas que ella cuenta en su libro sobre algunas chicas protegidas por su
organización. Los habitantes de Thlok Chhrov, el pueblo de arrozales cerca del
río Mekong donde ella pasó su infancia, recuerdan -entre otras muchas cosas
diferentes a las que afirma la activista en su libro- que ésta vivió con sus padres y que acabó los
estudios de secundaria en el curso 86-87. No recuerdan a ningún hombre de su
familia que pudiera representar la figura del tal Abuelo. En otro frente inquietante, informes de la Policía y
declaraciones de su exmarido desmontaron otra historia propagada por Somaly
Mam: que la hija de ambos hubiera sido violada en grupo y secuestrada por unos
traficantes como represalia por su trabajo en contra de la esclavitud sexual.
Al parecer, la chica había escapado con su novio. Como consecuencia de estos
reportajes y noticias diversas, la dirección de su misma ONG, ya internacional, encargó a la firma estadounidense de abogados Goodwin Procter una investigación sobre su fundadora, que tuvo como
resultado la dimisión de Somaly Mam, inmediatamente aceptada.
A propósito, una de las
mujeres que recibieron el premio Príncipe de Asturias en 1998, junto a Somaly, fue la
reconocida activista Rigoberta Menchu, premio Nobel de la Paz y autora del
libro Yo, Rigoberta Menchu, que
también se ha quedado sin explicaciones suficientes ante las falsedades
descubiertas en su escrito por el antropólogo David Stoll. Por una parte niega
haber mentido y por otra reconoce que el rigor histórico no era su prioridad: "Mi
madre fue violada, asesinada (…) si fue o no fue comida por los animales,
dejemos trabajar a los investigadores, y puede que la madre comida por los
animales sea la madre de otra india.”
De aquí en adelante puedo sospechar
que tras cada bienhechor integral hay un impostor o un farsante todavía no
descubierto. Yo le encontraría sentido: debe de ser difícil -perteneciendo al
género humano- encarnar siempre la justicia y la ejemplaridad sin violentar al menos con la imaginación el barro miserable e incierto que
nos constituye. Para situarse del lado de los ángeles hay que
travestirse de ángel.
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