martes, 19 de octubre de 2021

ESPERANDO AL CORDERO

 


Ya sabes cómo soy para los ruidos. Notaré que son tuyas las vueltas a la cerradura por más que hayas variado las horas de llegada, tal vez para desconcertarme, o porque te cuesta volver a esta casa. Sabes que al entrar al recibidor verás de nuevo la cuerda que colgué para que te ahorques, la seguirás viendo en los días venideros aunque la descuelgues, la tires o la quemes; la reemplazaré por otra. Está claro que no tienes salida, cariño. Ya me has dicho que estoy loca, de acuerdo, pero sólo puedes huir de mí marchándote, arriesgándote a incurrir en abandono de hogar y tú, precisamente tú, preferirías estar muerto a darme esas ventajas legales. No podrás dormir ni tampoco ignorarme despierto, pensando cómo me aprovecharé de que duermas o te descuides si tú no accedes, al fin, por tu propio pie, a quedarte colgado por el cuello en el aro de esa cuerda que renuevo cada vez que hace falta. No sabes ya cuál puede ser tú salida. ¿Baldarme a golpes, como me has advertido? Muy bien: la cirugía hará milagros conmigo, pero tú, ¿has pensado bien qué te reportará una reputación de maltratador, a ti, un prócer?, piensa en ello. ¿Qué harás cuando yo cuente que eso era habitual, y no una salida violenta a una situación desesperada?… Y no me refiero a la poli ni a los jueces, esos pueden acabar descubriéndome. La gente te juzgará a su modo, tu gente, tu mundo pluscuamperfecto donde se puede ser lo que se quiera pero sin sospechas que recaigan sobre tu cabeza. Reconócelo, amor, no tienes escapatoria. Tendrás que colgarte. Así es la vida, qué pena me da, oye, no te haces una idea. ¡Matarme!, antes que yo a ti, te quedaría eso. Muerta, estaría calladita. Seguro que lo has pensado en estos días aunque no te atrevas a decirlo en voz alta. ¿Tendrías agallas, tú?... Tal vez sí, pensándolo bien, y qué remedio: es tu vida contra la mía, tesoro, la supervivencia. Yo ya lo habría hecho pero, claro, tu capacidad de previsión se impone. Le estarás dando vueltas: qué harías después con el fiambre, qué coartadas y todo eso. Pues tendrás que decidirte, cariño, porque yo me empiezo a cansar de estar tropezando con las sogas a mi paso. Esta última lleva días y no la has quitado, y es casi peor. Estás paralizado, como con todo lo que no cede a tu control. Es así, encanto, y este asunto está al margen de tus “dispositivos”, tus temibles "tentáculos de gestión". Es un pulso entre tu odio y el mío. Y ya no se me ocurren más salidas, guapo, ni aunque intentaras ahora congraciarte conmigo de algún modo, a la desesperada… Sólo la idea es para troncharse. Te saldrían las palabras sin alma, te trabarías sobreactuando porque a ti mismo te verías patético. Mejor ni pensar en eso... En fin, ¡que te ahorques ya, pesado! Esa cuerda me estorba, acumula polvo. Sólo faltaría incluirla en la colada, a este ritmo, y acabar lavándola y secándola. Me pone nerviosa ya cruzarme con ese colgajo y hasta verlo balancearse cuando entra la brisa por las ventanas. ¿Sabes qué te digo, corazón? Que ahí te la dejo. Quítala si quieres o cuélgate, lo que prefieras. ¿A qué demonios estoy jugando, y en qué voy a acabar yo misma por este deporte de irte destruyendo? Me voy. Me vale haberte visto desmoronarte en estos días porque, admítelo, la obstinación sin sentido te desarma, te deja sin saber qué hacer, por eso yo estaba ganando esta partida. Te he tenido en mis manos como a un corderito. Y además, ¿seré tonta?, si bastaría con que entraras por esa puerta acompañado, bastaría con que alguien viera la cuerda y sacara fotos; tendrías todas las cartas a tu favor. Podría haber pasado ya en cualquier momento, podría pasar ahora que por fin oigo la cerradura... Pero, alto ahí, esas no son tus vueltas a la llave… ¿Quién anda ahí, quién es usted, quién es este gorila cubierto con pasamontañas que aparece? ¿Y quién demonios me ha agarrado ahora por detrás tapándome la boca, cómo ha entrado, alguien que es mucho más robusto que tú? Son dos, eso está claro. Me hacen daño nada más agarrarme. ¿Son estos tus “dispositivos”, cobarde, tus "tentáculos de gestión" que te hacen tan temible? No te has atrevido a hacerlo tú mismo pero lo venías preparando decididamente. Has contratado a otros −muy tuyo− y tú no te privarás de contemplarlo todo porque ahora sí oigo tus vueltas a la cerradura, malnacido, ahora sí que eres tú sin duda ninguna. Ya sabes cómo soy para los ruidos. ¡Cabrón!



No hay comentarios:

Publicar un comentario