Abisal,
aquí no caben bromas
ni portentos:
esa nave inflamada
que en secreto te mira
por un tubo con ojo
es un pez aterrado en
su noche perpetua.
Abisal,
no hay símbolos ni
cábalas:
calaveras que flotan
como gelatinas
transparentándose
para sobrevivir
son sólo peces,
palpitan y respiran
con el asombro de un
decapitado.
Abisal,
cada roce del agua
es sobresalto en la
quietud cercada,
principio y fin de un
segundo de muerte
irreversible y
cierta.
Mírales a los ojos:
un mismo espanto
iguala a presa y predador.
Abisal,
el calor que te llega
desde abajo
es infierno a la
espera,
magma que encarcela
su luz;
reventará algún día
donde los días no existen
no invitado por
nadie,
filtrado en largas,
cegadoras grietas.
hacia arriba, camino
de otra luz.
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