En los senos se llamaba Nuria; su novio
escondía la cara entre ellos ahuecando la pronunciación de aquel nombre repetidamente. Sus hombros, en cambio, se llamaban Matilde; él se los
había bautizado horas antes, a la luz del primer atardecer, cuando
sobresalían de las tiras de un vestido fresco de verano. En el cuello era
Elvira, donde su amante se detenía apenas el tiempo de recorrerlo,
declamándolo, antes de descender hacia otras zonas. Las manos se le
convertían en Belén, sobre todo en las palmas cálidas y
protectoras donde él refugiaba la cara unos segundos. Allá abajo
sus pies,como dos desconocidos, pertenecían a Amanda, y eran siempre
tratados con devoción en los empeines. En sus rodillas y corvas,
se transformaba en Teresa casi sin tiempo para acostumbrarse. Se
convertía en Davinia en la extensión del vientre, bajo la franja de
luz que llegaba del postigo y cruzaba la cama. Llegado el momento, el
culo respondía al nombre de Yazmina. Y casi a continuación, ella
veía a su chico desaparecer entretenido entre sus piernas, fondeando
en los pliegues y las cavidades estremecidas que allí había, intrigada pero
divertida, ganada por el morbo de aquella infidelidad con todas las
desconocidas, imaginarias o recordadas, que sin embargo confluían en
ella, o que eran ella. Cuando el tipo levantaba la cara y la acercaba
de nuevo, la chica quedaba siempre aguardando a que finalmente la
bautizara a ella, a ella toda, por si él era capaz de nombrar algo
de aquel fulgor en sus ojos, de su curiosidad o de la tensión
surcada en su frente, de la media sonrisa en la comisura y de sus
palabras en voz baja, preguntando.
Pero él se quedaba, una noche más, balbuceando de nuevo en la penumbra, intentando
impotente un nombre que no acababa nunca de abrirse en sus labios, un palabra que la abarcara plenamente, hasta que vencido dejaba caer la
cabeza en la almohada prometiendo que la próxima vez sin falta, la
próxima vez, mi amor, le surgiría de adentro por fin cómo
nombrarla inventándola, con naturalidad, una próxima vez en
que ella nuevamente empezara llamándose Nuria, allí en los senos...
Foto: Natalia Mindru
Foto: Natalia Mindru
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