“La memoria es un dedo tembloroso” (Juan Benet)
Me
impresiona esta foto tomada hace unos años por Joan Sánchez. En ella hay un
hombre a la izquierda de la escena que observa y escucha con la mayor atención.
Se trata del escritor y exministro español Jorge Semprún, antiguo militante antifranquista y exprisionero en su juventud del campo de concentración
nazi de Buchenwald. El otro hombre presente, desenfocado
en el centro de la imagen, y orador ante el micrófono, es Enric Marco, farsante,
ex presidente entonces de la asociación de deportados Amical de Mauthausen y ex
secretario general de la CNT. Durante años, éste último consiguió hacerse pasar
por otro prisionero de un campo alemán. La verdad es que estuvo en la Alemania
nazi, pero como parte del apoyo militar que Franco envió a Hitler. El 27 de
enero de 2.005 habló ante el Congreso de los Diputados en nombre de los
deportados españoles en aquellos mataderos de gente. En mayo de ese mismo año habría participado
junto con el presidente Zapatero en la celebración internacional de la
liberación del campo de Flossenburg, donde afirmaba haber estado cautivo, si un
historiador no hubiera descubierto a tiempo que en realidad había suplantado la
identidad de otro Enric, verdadero preso 6.448 de aquel tiempo y lugar. Enric
Marco es el protagonista del reciente y exitoso libro El impostor, del escritor Javier Cercas.
Aunque a Enric Marco,
farsante, se le reconozcan varios talentos, entre ellos el de orador y eficaz
narrador de las historias que se ha atribuido -sin levantar las sospechas de
los auténticos deportados- sobrecoge la empatía, incluso la atenta solemnidad
con que parece observarlo Jorge Semprún como un engañado más, no sólo porque el
escritor fuera víctima real y directa de la tragedia nacionalsocialista, intelectual
y novelista de prestigio Europa, sino porque además conoció la clandestinidad
antifranquista con el nombre de guerra Federico
Sánchez, lo que no deja de ser otra forma, justificada e imprescindible, de
impostura. El argumento de su novela Viviré
con su nombre, morirá con el mío, sobre la estancia en el campo de
Buchenwald, se basa en la ocultación de la personalidad del protagonista, alter
ego de Semprún, tras la identidad de otro preso agonizante. Así pues, también había
que suponerlo curtido en suplantaciones y engaños, reales o de creación
imaginaria, siempre bordeando el testimonio de su propia historia. Sin embargo,
su figura en la inmediata actualidad -al contrario que en la fotografía, donde distribución
de nitidez lo destaca claramente- queda difusa frente a la astucia y
el atrevimiento del impostor, protagonista en estos días de su propia biografía
novelada por un autor de prestigio, y con toda la fuerza de un símbolo
reciente: para Javier Cercas, autor del libro, el impostor Enric Marco es
producto de las imperfecciones de la Tansición, donde todo el mundo se inventó
un pasado antifranquista; también lo es de la degradación de la memoria histórica
como ocasión de oportunismo, una construcción “embustera, sentimentaloide y
falsamente heroica.”
En una mirada más atenta a la fotografía, se me antoja que
el Semprún de la imagen no está observando al embustero con emocionada
credulidad. Más bien parece que lo escruta con severa desconfianza, resignado a no desenmascararlo, pues como él decía por entonces, “desaparecen
los testigos del exterminio” y “en el crepúsculo, la memoria se hace más tensa
pero también está más sujeta a deformaciones…” Al fin y al cabo, él ha sido un
creador de ficción -novelas, guiones de cine- que no se disfraza de memoria sino
que se presenta como tal ficción para proporcionar la recreación imaginativa y
la intuición de lo que más horrible y más recuperable puede haber en la
condición humana.
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